San Lorenzo

En los meses previos al Combate de San Lorenzo de 1813, las milicias realistas de Montevideo, bajo el mando del capitán Antonio Zabala, realizaban incursiones en las costas del Río Paraná para abastecerse de ganado y recursos necesarios para mantener su resistencia en la ciudad sitiada. Estas acciones, parte de la estrategia para contrarrestar el cerco impuesto por las fuerzas patriotas, causaban preocupación en Buenos Aires, que veía en estas incursiones una amenaza constante a la seguridad de las poblaciones ribereñas y al control de las vías fluviales esenciales para la guerra de independencia. Respondiendo a esta amenaza, el Gobierno de Buenos Aires decidió enviar al recién formado Regimiento de Granaderos a Caballo, liderado por José de San Martín, para proteger estas costas. San Martín, consciente de la próxima llegada de una flotilla realista, organizó una vigilancia intensiva para anticipar el movimiento enemigo. Utilizó información de espías para planificar una emboscada efectiva. El 3 de febrero de 1813, las fuerzas realistas desembarcaron cerca del Convento de San Carlos Borromeo en San Lorenzo, lugar donde San Martín había posicionado a sus Granaderos en espera. Los patriotas, ocultos y preparados, atacaron a los realistas en el momento en que desembarcaban, aprovechando la sorpresa para contrarrestar la ventaja naval de los españoles. La batalla fue breve pero intensa, culminando en una victoria para los patriotas, aunque con bajas significativas, incluyendo la muerte del capitán de los Granaderos, Justo Bermúdez. Este combate no solo significó el bautismo de fuego para los Granaderos y un aumento en la reputación de San Martín como líder militar, sino que también detuvo temporalmente las incursiones realistas por el Paraná, asegurando una mayor seguridad para las poblaciones cercanas y el control de las vías fluviales clave para la logística patriota. El Combate de San Lorenzo, por tanto, tuvo un impacto estratégico y simbólico importante en el proceso de independencia, marcando el inicio de la destacada carrera de San Martín en la lucha por la libertad sudamericana.

Por Ramiro Ghigliazza

Permitámonos viajar en el tiempo tras las huellas de San Martín, su paso por San Lorenzo y la acción bisagra en su historia personal y la de Medio Continente.

Érase una vez, en los meses tensos previos al Combate de San Lorenzo de 1813, cuando las costas del Río Paraná se veían sacudidas por las milicias realistas de Montevideo. Bajo el mando del capitán Antonio Zabala, estos hombres cruzaban el río, tomando ganado y provisiones para sostener su resistencia en una ciudad cercada por las sombras de la guerra. Sus movimientos eran una espina clavada en Buenos Aires, que observaba con creciente alarma cómo esas incursiones ponían en jaque la seguridad de los pueblos ribereños y el dominio de los ríos, vitales para la lucha por la independencia.

Corrían tiempos de grandes ideas: la Ilustración brillaba en el horizonte, los ecos de la Revolución Francesa resonaban y las victorias de América del Norte y Haití avivaban la esperanza. En el Río de la Plata, la Revolución de Mayo de 1810 había plantado la semilla de la libertad, pero fue en José de San Martín —un hombre curtido en Europa y apasionado por América— donde esa chispa encontró su verdadero fuego.

Ante la amenaza, Buenos Aires llamó a las armas. El Gobierno confió en el nuevo Regimiento de Granaderos a Caballo, con San Martín al frente. Con mirada aguda y mente estratégica, él vigiló el río, apoyándose en rumores y espías para rastrear a los piratas. Sabiendo que una flotilla enemiga se acercaba, tejió un plan audaz: una emboscada que cambiaría el curso de la historia.

Croquis del recorrido de la tropa desde el 28 de Enero al 2 de Febrero de 1813

El itinerario se inició en los cuarteles del Retiro, cuando caía el sol del 28 de enero, llegando a la medianoche a la Posta de Santos Lugares, al día siguiente (el 29 de enero) cruzaron por el Partido del Pilar donde debieron vadear el arroyo Pinazo y el Río Luján.

De su paso por esa zona, donde se ubicaba la Posta del Pilar (a unos 18 kilómetros al Oeste de la actual ciudad de Belén de Escobar), dan cuenta antiguos documentos, todos ellos fechados el 29 de enero de 1813. Los mismos, son recibos que certifican distintos recambios de caballos, efectuados por la tropa sanmartiniana en ese lugar, y llevan las firmas de los oficiales: Justo Bermúdez  y Angel Pacheco.

La marcha continuó rumbo al Río Areco, donde se llegó el día 30 para descansar. El día 31 de enero, el destacamento arribó a San Pedro, en tanto San Martín y el portaestandarte Angel Pacheco se adelantaron en observación de la tropa realista que (según las previsiones), navegaba remontando el Paraná.

El 1º de febrero el contingente estaba en Rosario y al anochecer del 2 de febrero, completaban su itinerario arribando a San Lorenzo, donde en la jornada siguiente tendría lugar el primer y único hecho de armas, en el cual participó San Martín en su patria.

Imagen representativa de la madrugada del 3 de Febrero, previo al Combate. Convento San Carlos Borromeo en el Caserío de San Lorenzo. San Martín y su caballo bayo. Retrato basado en el Daguerrotipo de José de San Martín tomado en París en 1848, llevado hacia el año 1813. En esos tiempos el libertador usaba un pequeño bigote, poco visto en la pinacoteca Sanmartiniana. Con ese detalle lo describe Alejandro Pellegrini en sus memorias.

San Martín, con la visión de un estratega y el alma de un libertador, había creado el Regimiento de Granaderos a Caballo, un ejército no solo de hombres sino de ideales, forjado para la guerra y la gloria. Los meses previos al combate fueron de preparación intensa, de disciplina que tallaba guerreros de entre los hombres comunes, de entrenamientos que convertían el coraje en arte de la guerra.

El 3 de febrero de 1813, las Milicias de Montevideo, fuerzas realistas al servicio de la corona española, desembarcaron sigilosamente en las cercanías del Convento de San Carlos Borromeo, ubicado en la localidad de San Lorenzo, a orillas del río Paraná. Este convento, un edificio de significativa importancia histórica y estratégica, se alzaba como un punto clave en la región. Allí, el general José de San Martín, figura emblemática de la independencia sudamericana, había dispuesto tácticamente a sus Granaderos a Caballo, un regimiento de élite que él mismo había entrenado con disciplina y precisión. Consciente de la inminencia del enfrentamiento, San Martín aguardaba con sus hombres en una posición cuidadosamente elegida, los muros del Convento, para ocultar su presencia. Su objetivo era claro: interceptar a las fuerzas enemigas y proteger el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Este encuentro marcaría el inicio de la histórica Batalla de San Lorenzo, el único combate que San Martín libró en suelo argentino, sellando su legado como héroe revolucionario.

Imagen recreada combinando el retrato de José de San Martín basado en el Daguerrotipo de 1848 llevado al año 1813, realizado por Ramiro Ghigliazza . El artista en esta oportunidad tomó como base uan escena del film, El Combate de San Lorenzo con la debida autorización de su director Leandro Ipiña.

Las Milicias de Montevideo, lideradas por el capitán Antonio Zabala, desembarcaron confiadas en las costas cercanas al Convento de San Carlos Borromeo el 3 de febrero de 1813. Estas fuerzas realistas, al servicio de la corona española, avanzaron seguras de su superioridad numérica y logística, sin sospechar el destino que les aguardaba. Los Granaderos a Caballo de José de San Martín, patriotas valientes y decididos, esperaban listos para actuar. La audacia y la sorpresa de los independentistas convirtieron ese día en una victoria histórica para las Provincias Unidas del Río de la Plata.

San Martín desplegó su estrategia como un maestro del ajedrez, dividiendo a su regimiento en dos columnas, flanco izquierdo bajo su mando y flanco derecho, liderado por el Capitán Justo Bermúdez. La emboscada envolvente, no resultó a la perfección, debido a una demora en la carga de Bermúdez que al des-coordinar la acción, puso en riesgo el asalto. Fue así como el destino tendría reservada una prueba de fuego para San Martín.

Su caballo, alcanzado por el plomo enemigo, cayó pesadamente, atrapando al General bajo su masa inerte, un momento crítico que podría haber significado el fin de todos los sueños.

En este instante de máxima vulnerabilidad, se alza la figura de Juan Bautista Cabral, un hombre de origen afrodescendiente con un alma de gigante. Sin dudar, se lanzó al rescate de su líder, sacrificando su vida en un acto de heroísmo inigualable. En ese momento crucial, recibe heridas mortales, pero con una fuerza que solo la valentía puede otorgar, logra liberar a su capitán del peso muerto del animal.

Justo cuando un soldado enemigo se prepara para asestar el golpe final al General, perdido en la confusión del combate, emerge el valiente Juan Bautista Baigorria. Con la agilidad de un jaguar y la determinación de un león, eleva con su lanza al atacante, asegurando que la luz de San Martín no se extinguiría en aquel campo de batalla.


El instante que cambió futuro de Medio Continente
Detengámonos aquí por un momento, en ese instante fugaz que cambió el rumbo de destinos más grandes de lo que las crónicas suelen contar. Juan Bautista Cabral, un sargento humilde del Regimiento de Granaderos a Caballo, se hallaba en el fragor del Combate de San Lorenzo aquel 3 de febrero de 1813. Su deber era claro: cargar contra el enemigo realista, sable en mano, bajo las órdenes de José de San Martín. Pero el caos de la batalla torció el guion. San Martín, el jefe, el cerebro de la gesta, cayó al suelo, atrapado bajo su caballo herido, vulnerable ante las bayonetas enemigas que ya olfateaban su presa. ¿Qué habría pasado si Cabral hubiera seguido su marcha, fiel a la orden de avanzar, ignorando a su líder en peligro? ¿Qué habría sido de esa mañana en las barrancas del Paraná si el coronel hubiera perecido allí, sin más?

Imaginemos por un instante ese giro sombrío. Sin San Martín, el Regimiento de Granaderos, aún en pañales, pudo haberse desmoronado ante la contraofensiva realista. La victoria de San Lorenzo, ese primer rugido de la independencia en suelo argentino, habría sido un eco silenciado. Y sin ese triunfo, ¿qué habría sido de la campaña libertadora que después cruzó los Andes? Chile, Perú, medio continente, quizás habrían languidecido bajo el yugo español por décadas más. La historia no es indulgente con los nombres menores: coroneles, tenientes, soldados rasos caen en el olvido, apenas un susurro en los partes de guerra. Pero Cabral, un hombre sin estirpe ni títulos, desafió esa regla invisible.

¿Por qué lo hizo? ¿Por qué dejó todo, exponiendo su vida, cuando la lógica militar le gritaba que siguiera adelante? No hay diarios de Cabral que nos hablen de su alma, pero podemos intuirlo. Tal vez fue lealtad ciega, ese vínculo que la guerra forja entre hombres que comparten el barro y el peligro. O quizás un instinto más hondo, una chispa de comprensión de que aquel líder atrapado no era solo un hombre, sino una idea, un faro para un pueblo que apenas aprendía a soñar con la libertad. En esos segundos de arrojo, Cabral no solo levantó a San Martín del suelo; levantó un futuro.

Esto nos trae ecos de Volver al Futuro, esa fábula moderna donde un pequeño cambio en el pasado desata una cascada de consecuencias impredecibles. Mover una pieza, alterar un instante, y el tejido del tiempo se deshilacha. Así fue con Cabral: su decisión de detenerse, de arriesgarlo todo por su coronel, tuvo un efecto exponencial. La «Marcha de San Lorenzo» de Cayetano Silva lo canta con orgullo: “la libertad de medio continente” pendió de ese acto. Sin San Martín vivo, el cruce de los Andes, la independencia de Chile y Perú, el sueño de una América libre habrían sido un castillo de naipes en el viento.

Interpretación de Juan Bautista Cabral yendo a socorrer al General San Martín atrapado por su caballo. Retrato realizado por el artista Ramiro Ghigliazza, basado en las recientes investigaciones de los historidadores Matías González y Julio Romay.

En otro flanco de la lucha, Hipólito Bouchard, con la audacia que define a los héroes, arrebata la bandera de las milicias, un símbolo que ondearía alto como el estandarte de la victoria.

Durante la tercera carga del combate, el Teniente Manuel Díaz Velez, arrebatado por su entusiasmo y el ímpetu de su caballo, se despeño de la barranca, por ley de inercia, y al plantarse en seco su caballo, ante la proximidad de la barranca, recibió en su caída un balazo en la frente y dos bayonetazos en el pecho, quedando fuera de combate y gravemente herido, fue capturado por los realistas.

El combate, que duró apenas quince minutos, fue una tormenta de acero y pólvora, pero cada segundo estuvo cargado de un heroísmo que definiría el carácter de una nación. La victoria en San Lorenzo no fue solo táctica; fue el alma de un pueblo que se negaba a ser subyugado, que decidió escribir su destino con sangre y sacrificio.

Terminado el combate, Cabral fue atendido en el hospital de campaña y agonizando, balbucea las siguientes palabras: «¡Viva la Patria, muero contento, hemos vencido al enemigo!», aunque históricamente debatidas, se convirtieron en el grito de la esperanza de una patria que nacía.

Las consecuencias fueron inmediatas: la moral de los patriotas se elevó como el sol de la mañana sobre San Lorenzo, y la reputación de San Martín como líder y estratega se solidificó. Las milicias de Montevideo, derrotadas, tuvieron que retirarse, dejando atrás el sueño de dominación. Este combate, fue un hito en la trayectoria de San Martín hacia la liberación de Sudamérica, fue más que una batalla; fue un legado de valentía, un testimonio de que la libertad se conquista con el corazón y la espada. Cada acto de heroísmo, cada carga de los Granaderos, cada sacrificio, es una nota en el himno de una nación que eligió pelear por su destino.

Bala extraída del cuerpo de un granadero. 2 Bala de cañón lanzada el día del Combate.



Este combate no solo significó el bautismo de fuego para los Granaderos y un aumento en la reputación de San Martín como líder militar, sino que también detuvo temporalmente las incursiones realistas por el Paraná, asegurando una mayor seguridad para las poblaciones cercanas y el control de las vías fluviales clave para la logística patriota. El Combate de San Lorenzo, por tanto, tuvo un impacto estratégico y simbólico importante en el proceso de independencia, marcando el inicio de la destacada carrera de San Martín en la lucha por la libertad sudamericana.

Fuente: Instituto Nacional Sanmartiniano

[editar]

Parte del combate de San Lorenzo, suscrito por el coronel José de San Martín al superior gobierno

Exmo Señor. Tengo el honor de decir a V. E. que en el día 3 de febrero los granaderos de mi mando en su primer ensayo han agregado un nuevo triunfo á las armas de la patria. Los enemigos en número de 250 hombres desembarcaron a las 5 y media de la mañana en el puerto de S. Lorenzo, y se dirigieron sin oposición al colegio S. Carlos conforme al plan que tenían meditado en dos divisiones de a 60 hombres cada una, los ataques por derecha e izquierda, hicieron no obstante una esforzada resistencia sostenida por los fuegos de los buques, pero no capaz de contener el intrépido arrojo con que los granaderos cargaron sobre ellos sable en mano: al punto se replegaron en fuga a las bajadas dejando en el campo de batalla 40 muertos, 14 prisioneros de ellos, 12 heridos sin incluir los que se desplomaron, y llevaron consigo, que por los regueros de sangre, que se ven en las barrancas considero mayor número. Dos cañones, 40 fusiles, 4 bayonetas, y una bandera que pongo en manos de V. E. y la arrancó con la vida al abanderado el valiente oficial D. Hipolito Bouchard. De nuestra parte se han perdido 26 hombres, 6 muertos, y los demás heridos, de este número son: el capitán D. Justo Bermúdez, y el teniente Manuel Díaz Vélez, que avanzándose con energía hasta el borde de la barranca cayó este recomendable oficial en manos del enemigo.

El valor e intrepidez que han manifestado la oficialidad y tropa de mi mando los hace acreedores a los respetos de la patria, y atenciones de V. E.; cuento entre estos al esforzado y benemérito párroco Dr. Julián Navarro, que se presentó con valor animando con su voz, y suministrando los auxilios espirituales en el campo de batalla: igualmente lo han contraído los oficiales voluntarios D. Vicente Mármol, y D. Julián Corvera, que á la par de los míos permanecieron con denuedo en todos los peligros. Seguramente el valor e intrepidez de mis granaderos hubieran terminado en este día de un solo golpe las invasiones de los enemigos en las costas del Paraná, si la proximidad de las bajadas no hubiera protegido su fuga, pero me arrojo a pronosticar sin temor que este escarmiento será un principio para que los enemigos no vuelvan a inquietar a estos pacíficos moradores.Dios guarde a V. E. muchos años. San Lorenzo febrero 3 de 1813.

Coronel José de San Martín

Al día siguiente al combate, el jefe español el vizcaíno Antonio de Zabala volvió a San Lorenzo a parlamentar con San Martín y se pusieron de acuerdo en el intercambio del único prisionero que habían hecho los españoles, el teniente Manuel Díaz Vélez, seriamente herido. Con sus pantalones de lienzo manchados de sangre, Zabala alabó el desempeño de los granaderos y confesó que su misión era la de burlar la vigilancia de las baterías de Punta Gorda e interceptar el comercio entre Paraguay y Santa Fe, y que habían elegido a San Lorenzo solo para reaprovisionarse.

Dos días después del combate, en Buenos Aires la gente festejó la victoria después del mediodía. El gobierno ordenó salvas de artillería y repique de campanas, y dispuso mil pesos a distribuirse entre los vencedores.

Convento San Carlos Borromeo
El Convento de San Carlos Borromeo fue un elemento central en el Combate de San Lorenzo, ocurrido el 3 de febrero de 1813 en Santa Fe, Argentina, liderado por José de San Martín. Este enfrentamiento marcó el debut del Regimiento de Granaderos a Caballo contra las fuerzas realistas provenientes de Montevideo. El convento tuvo múltiples funciones:

  • Base estratégica: San Martín y sus 125 granaderos se ocultaron en el convento la noche previa al combate, ingresando por la puerta trasera para evitar ser detectados. Desde su torre, San Martín observó al enemigo en el río Paraná y planeó la emboscada.
  • Hospital improvisado: Tras la batalla, que duró 15 minutos y resultó en victoria patriota, el refectorio se usó para atender a los heridos, incluyendo al sargento Juan Bautista Cabral, quien murió allí tras salvar a San Martín.
  • Cementerio temporal: Los caídos fueron enterrados en la huerta del convento; hoy sus restos están en una urna en el cementerio conventual.
  • Símbolo histórico: El convento, frente al «Campo de la Gloria», es un ícono de la independencia argentina y fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1940.

Tras el estruendo del Combate de San Lorenzo, el Convento San Carlos se alzó como un refugio entre la vida y la muerte. El polvo aún flotaba cuando los heridos, patriotas y enemigos por igual, fueron llevados al Refectorio, un salón amplio de mesas largas que, por idea del fray Pedro García, guardián de los franciscanos, se convirtió en un «Puesto de Socorro y Hospital de Sangre». Entre paredes de adobe y el apuro de la emergencia, llegaron hombres de ciencia y fe con las manos dispuestas a sanar.


La incansable tarea de los Franciscanos, el Refectorio como hospital y Argerich con su primera transfusión de sangre

Por Adriana Gaitán

Tras el estruendo del Combate de San Lorenzo, el Convento San Carlos se alzó como un refugio entre la vida y la muerte. El polvo aún flotaba cuando los heridos, patriotas y enemigos por igual, fueron llevados al Refectorio, un salón amplio de mesas largas que, por idea del fray Pedro García, guardián de los franciscanos, se convirtió en un «Puesto de Socorro y Hospital de Sangre». Entre paredes de adobe y el apuro de la emergencia, llegaron hombres de ciencia y fe con las manos dispuestas a sanar.

José Ribes, cirujano, cabalgó desde San Nicolás y fue el primero en llegar, junto a el padre Julián Navarro, cura del Rosario, se volcaron a atender a una treintena de heridos. Los franciscanos, granaderos y voluntarios, guiados por el capellán Navarro, recogían cuerpos del campo, dándoles sepultura cristiana. El calor era tan feroz que los cincuenta y cuatro caídos fueron enterrados esa misma tarde, con honores.

Desde Santa Fe, Antonio Berutti escribió al gobernador de Buenos Aires el 4 de febrero, narrando la urgencia en sus propias palabras: «Señor: Ayer a las once y media de la noche, recibí aviso del cura del Rosario, Dr. Julian Navarro, que los enemigos habían desembarcado en San Lorenzo, pero que el Coronel Dn. José de San Martín con ciento cincuenta granaderos los había obligado a retirarse sobre la barranca, donde los tenía sitiados. De resultas de la acción se haya el Coronel dislocado de un brazo, como otros varios, lo cual obligó a pedirme mandara un cirujano con el aviamiento correspondiente. A las doce de la noche salió este en una carretilla con el botiquín y una pieza de pintuví para vendaje y las hilas necesarias de las que tenga acopiadas, para el caso de una acción de guerra fui contestando a su carta. Al Coronel también escribo que dentro de una hora salió al cargo del Teniente del Regimiento de Granaderos, Dn. Manuel Hidalgo, y a su disposición con treinta y ocho granaderos, treinta y cinco blandengues bien armados y amunicionados: lo cual se verifico a la una de la misma noche, y a las doce de hoy parte el Teniente de la 2da. Compañía del Escuadrón, Dn. Alberto Basaldua, con cincuenta hombres con sables y quince fusiles con las correspondientes municiones. He tenido por conveniente mandar este refuerzo en razón de que el cura (Navarro), cuando me habla de su acción, me dice que son las ocho del día (3/2/1813) y aún continúan estando los enemigos recostados, pude muy bien el enemigo hacer nuevo desembarco fiado en alguna reserva que tenga, o porque quizá le llegue algún buque con tropas, de que tengo notica esperaba un que llaman ‘Cachirulo’, y porque también estando en terreno de mi dependencia es indispensable mi gente se ensay escarmentando estos piratas. Dios Guarde a V.E. Santa Fe, 4 de febrero de 1813. Excmo. Señor Antonio Luis Berutti. Exmo. Superior de la P.U. del Río de la Plata…» (firmado).

Dos días después, el 6 de febrero, San Martín envió su propio oficio al gobernador, con su voz intacta: «… Me parece oportuno suplicar a Ud. que, si lo tiene a bien, remita un cirujano para la atención de los heridos, aunque ya me he proporcionado algunos menos prácticos y que lo mejor es indispensable que regrese a su hospital de Santa Fe…». Pero el 5 de febrero, el gobernador ya había despachado al doctor Francisco Cosme Argerich.

Argerich llegó con el peso del deber en sus manos. Al capitán Justo Germán Bermúdez, segundo jefe de los granaderos, lo encontró con la rodilla destrozada por un balazo. La amputación fue inevitable, pero tardía; la gangrena ya había echado raíces. Consumido por fiebre y dolores que cortaban el aliento, Bermúdez, según el padre Pinillos, arrancó el torniquete en un último arrebato y se dejó morir el 14 de febrero.

El doctor Argerich permaneció más de dos meses, cosiendo vidas en aquel hospital improvisado que costó al erario 110 pesos y 6 reales. Algunos dicen que allí se intentó una transfusión de sangre, un eco improbable para 1813, cuando esa ciencia aún era un sueño lejano. Lo cierto es que, entre mesas de madera y sombras franciscanas, aquellos hombres de bata y fe dieron todo por los caídos de San Lorenzo, escribiendo con sangre y honor una página que aún resuena.

Fray Pedro García

Fray Pedro García, el guardián (superior) del convento en 1813, tuvo un papel secundario pero significativo. Cuando San Martín llegó el 2 de febrero, negoció con él para usar el convento como refugio. García aceptó, permitiendo que las tropas se ocultaran y que el edificio sirviera como base táctica. Aunque no participó directamente en el combate, su cooperación fue clave para el éxito del plan de San Martín. Se dice que, tras la batalla, los frailes, incluido García, asistieron en el cuidado de los heridos, reflejando el espíritu humanitario de la orden franciscana.

Breve historia del Convento San Carlos Borromeo

El convento, fundado por la Orden de Frailes Menores (franciscanos), comenzó a construirse en 1794 bajo la dirección del fray Francisco Cándido, sobre tierras donadas por Antonia Cristaldo de Verón y Francisco Antonio Candioti. Su ubicación cerca del río Paraná y del «Puerto de las Ranas» lo convirtió en un punto estratégico en la región. Para 1813, aún estaba en construcción, con paredes de adobe y un diseño simple típico de las misiones franciscanas, enfocado en la evangelización y el apoyo a la comunidad.

Tras el Combate de San Lorenzo, el convento continuó su función religiosa y comunitaria, pero su vínculo con la gesta independentista lo elevó a un estatus histórico. En el siglo XX, fue restaurado y convertido en museo (Museo Histórico del Convento San Carlos), preservando su legado. Hoy incluye un cementerio conventual, una biblioteca y espacios que narran su relación con San Martín y la independencia. Su simplicidad arquitectónica contrasta con su rica historia, que lo hace un sitio de memoria nacional.

Empuñadura de sable encontrada en el Campo de la Gloria.

El Combate de San Lorenzo no fue una simple escaramuza militar; fue una epopeya repleta de sacrificios individuales y estrategias brillantes que marcaron un hito en la historia argentina. Los actos heroicos de figuras como Cabral y Baigorria, junto con el liderazgo de San Martín, convirtieron este enfrentamiento en un símbolo del compromiso con la libertad.

Ángeles de la guarda

Interpretación de Juan Bautista Cabral realizado por el artista Ramiro Ghigliazza, basado en las recientes investigaciones de los historidadores Matías González y Julio Romay.

Juan Bautista Cabral

Por Matías González

Juan Bautista Cabral, nacido en la ciudad de Saladas, provincia de Corrientes, en un paraje rural actualmente conocido como “Colonia Cabral”, no sabemos con exactitud su fecha de nacimiento ya que hasta el momento no se halló su acta de bautismo, sin embargo, la tradición oral nos ha dicho que pudo haber nacido un 24 de junio, día de San Juan Bautista, ya que en ese entonces se colocaban los nombres de acuerdo al santoral, en cuanto al año investigaciones recientes señalan pudo haber visto luz entre 1773 y 1774 de acuerdo a escrituras de compraventa de esclavos hallados. Su padre fue Francisco Cabral, su madre María del Carmen Robledo, ambos de condición esclava y afrodescendiente. Sirvieron a la familia Cabral en actividades agrícolas como también con las tareas de la casa, de ellos obtuvieron su apellido como se acostumbraba en aquel entonces. Juan Bautista Cabral fue llevado en 1805 por el matrimonio de Luis Cabral y Tomasa Casajús a la casona donde actualmente funciona el museo histórico de la localidad de Saladas, vivirá allí hasta que en 1812 es reclutado por el teniente Juan Bautista Parreti para integrar el reciente creado Regimiento de Granaderos a Caballo. Solo unos meses después de su incorporación participará en el bautismo de fuego del regimiento como lo fue el combate de San Lorenzo, el 3 de febrero de 1813, en la provincia de Santa Fe, integrando la 1ra Compañía del 1er Escuadrón, donde por salvar la vida de su entonces teniente coronel José de San Martín quien se encontraba aprisionado debajo de su caballo recibió dos heridas que le provocarían la muerte dos horas después en el refectorio del Convento de San Carlos. Tanto en el campo de batalla como en su agonía repetirá la frase “¡Viva la Patria! Muero contento hemos batido a los enemigos”.

Juan Bautista Baigorria

Por Hugo Clavero

Juan Bautista Baigorria, granadero puntano, se alzó como héroe olvidado en el Combate de San Lorenzo el 3 de febrero de 1813, salvando a José de San Martín de una muerte segura. Cuando el caballo del coronel cayó bajo metralla realista, atrapándole la pierna, el sargento oriental Almada intentó ultimarlo con su bayoneta. Baigorria, a galope y con lanza en mano, lo atravesó, librando a su jefe del peligro. En ese caos, otro granadero, Juan Bautista Cabral, murió al ayudar a San Martín, ganando el recuerdo eterno como sargento póstumo. Baigorria, en cambio, quedó en las sombras.

Reclutado en 1812 entre 118 puntanos por Tomás Baras para el Regimiento de Granaderos a Caballo, Baigorria llegó a Buenos Aires bajo el mando de San Martín, quien forjó un escuadrón de élite tras desembarcar del George Canning. Pero, ¿quién era? La historiografía tradicional lo pinta como un mestizo ranquel de 48 años, nacido en Los Chorrillos, San Luis, en 1764, bautizado en la catedral puntana. Sin embargo, Roberto Colimodio y Nora Costamagna proponen otra identidad: un joven de 22 años, Juan Baptista Baigorri, bautizado en Villa Dolores, Córdoba, en 1796, hijo de Juan Ángel y Josefa Mercadillo, de una región donde el apellido era común.

Aun con dudas sobre su origen, su legado es claro. Tras San Lorenzo, sirvió en el Ejército de los Andes hasta 1818, cruzando a Chile, luchando en Chacabuco y Cancha Rayada como parte de los Cazadores a Caballo, escoltas de San Martín. Su rastro se pierde tras acompañar al Libertador a Buenos Aires. ¿Murió en Córdoba a los 96, como dice una supuesta biznieta, o siguió hasta Perú? La historia no lo aclara. Baigorria, cuyo apellido vasco significa “río rojo”, no recibió honores, pero su acto en San Lorenzo torció el destino de medio continente. Hoy, su nombre resuena en un pueblo que lo reclama como símbolo de valor y sacrificio.


Registro Fuerzas Patriotas

Fuente. Soldados de San Martín en San Lorenzo. Autores: Roberto Colimodio y Julio Romay. Alfar Editora. 2012


COMANDANTE
Coronel José de San Martín
Líder del Regimiento de Granaderos a Caballo.

CAPITÁN

Justo Germán Bermúdez

TENIENTES

Hipólito Bouchard
Manuel José Días Vélez
Manuel de Escalada
José Fernández de Castro
Mariano Necochea

ALEFERÉZ

Manuel José Suárez

AYUDANTE MAYOR

Ramón Larrea

PORTAESTANDARTES

Mariano de Escalada
Ángel Pacheco
José Ramón Ruiz Moreno

TROMPETA DE ÓRDENES

Lino Guillermo

SARGENTOS

Lucas Maraiano José Bott
Juan Constante
José María Iñguez
Domingo Pourtau

CABOS

Ramón Anadón
Pascual Pomposo
Juan Esteban Rodríguez
Gerónimo Salazar

CADETE

Pedro Segundo Castelli

GRANADEROS

Julián Alzogaray
Juan Bautista Baigorria
Basilio Bustos
Juan Bautista Cabral
Dionisio Delgado
José Manuel Díaz
José Gregorio Franco Fredes
Pdro Gatica
Juan Mateo Gelves
Luis Antonio Gelves
Florencio Navarro
Domingo Soriano Gurel
Januario Luna
José Márquez
Juan Santos Martínez
Ramón saavedra
Damasio Sárate
Feliciano Silva
Paulino Sosa
Blas Vargas

AGREGADOS AL ESTADO MAYOR DE BA

CAPITÁN 1º DE ARTILLERÌA

Julián Corbera

Alférez

Vicente Mármol

TENIENTE

Francisco Feu o Alférz Antonio Rambla

REGIMIENTO DE ARTILLERÍA DE LA PATRIA
De los siguientes, hay cinco que participaron:

SUBTENIENTE 2do.

Mariano Zarz

SARGENTO 2DO.

Manuel de Rosas

ARTILLERO

Manuel Acosta
Santiago Zuñiga
Juan Manuel Sauro
Carlos Marian
Juan José Alany
Juan Miranda
José Espinosa
Gervacio Moreno
Ygnacio Quesada

OTROS POSIBLES PARTICIPANTES

GRANADEROS

Borja jofre
Benigno Bustos
Frutos Maldonado
Bartolo Bustos
Bernardo Sánchez

MILICIAS DE ROSARIO

COMANDANTE MILITAR

Celedonio de Escalada

TENIENTE

Felizardo Piñero

MILICIAS DE ROSARIO

POSIBLES PARTICIPANTES

CAPITAN

Pedro Moreno
Francisco de Paula Carbonel
Gregorio Cardoso

SARGENTO

Juan Cardoso


ALFERÉZ

Domingo Moreno


VOLUNTARIOS SANLORENCINOS

Manuel de Isasa
Tomás Medina
Nazario Palacios
Pablo Rodrigañez
Pedro Salces


RELIGIOSOS DE ROSARIO

Cura del Rosario Fray Julián Navarro

RELIGIOSOS DEL CONVENTO
DE SAN CARLOS

PADRES

Pedro García
Francisco Viaña
Francisco Lahoz
Benito Carrera
Pascual Serrano
Nicolás Bosch
Juan Ramón Cárdenas
Juan Ignacio Ayzpuru
Francisco Antonio Morel
Martín Gorostidi
Tomás Orio
Juan Antonio Jorge
Andrés Pegueroles
Pablo Julián Carrscosa
Joaquín José Carrascosa
FRAY
José Sánchez
Manuel de los Dolores
(José Manuel de Echagüe y Andía)

Algunos números del Combate

Fuerzas Patriotas: El Regimiento de Granaderos a Caballo, bajo el mando del entonces coronel José de San Martín, contaba con aproximadamente 120 hombres. Este número se complementó con una milicia al mando de Celedonio Escalada, sumando un total de alrededor de:

150 efectivos

Fuerzas Realistas: Las tropas realistas, provenientes de Montevideo, estaban compuestas por unos

250 efectivos

Bajas durante el combate

Fuerzas Patriotas:
M: muertos / H: heridos / P: prisioneros


Fuerzas Realistas:
M: muertos / H: heridos / P: prisioneros

Se presume que hubo más heridos que lograron reembarcarse, ya que se encontraron rastros de sangre en las barrancas.

Embarcaciones realistas y sus objetivos

La expedición naval realista, procedente de Montevideo, constaba de 11 embarcaciones armadas, tripuladas por aproximadamente 300 hombres. El objetivo principal de esta fuerza era realizar incursiones en las costas del río Paraná para saquear poblaciones y obtener suministros, aprovechando el control que Montevideo ejercía sobre las fuerzas navales en la región.

Estos datos reflejan la magnitud y el impacto del Combate de San Lorenzo en el contexto de la lucha por la independencia argentina.

El armamento utilizado por las fuerzas patriotas y realistas durante el Combate de San Lorenzo refleja las diferencias en sus estrategias y recursos disponibles. A continuación, se detalla el equipo bélico empleado y las cantidades aproximadas según los registros históricos:

Armamento de las Fuerzas Patriotas

Sables:
Principal arma de los Granaderos a Caballo. Cada soldado estaba equipado con un sable.
Cantidad: Aproximadamente 120 sables (uno por cada granadero).

Lanzas:
Utilizadas por algunos miembros de la milicia rural que acompañaron a los Granaderos.
Cantidad: Se estima que alrededor de 50 lanzas estaban disponibles.

Carabinas:
Armas de fuego de corto alcance utilizadas principalmente para el combate inicial.
Cantidad: Entre 100 y 120 carabinas distribuidas entre los Granaderos.

Pistolas:
Utilizadas por los oficiales y algunos soldados.
Cantidad: Aproximadamente 30 pistolas.

Armamento de las Fuerzas Realistas

Fusiles y Mosquetes:
Armas estándar de la infantería realista, usadas en línea de fuego.
Cantidad: Entre 200 y 250 fusiles/mosquetes.

Bayonetas:
Adjuntas a los fusiles, usadas para el combate cuerpo a cuerpo.
Cantidad: Una por cada fusil (200-250).

Artillería Ligera:
Presente en las embarcaciones. Se trataba de cañones pequeños utilizados para bombardear desde los barcos.
Cantidad: Entre 4 y 6 cañones montados en las embarcaciones.

Espadas y Sables:
Armas de los oficiales y algunos soldados de infantería.
Cantidad: Entre 20 y 30 espadas.

Granadas de Mano:
Limitadas en uso, pero posiblemente llevadas en las embarcaciones como armas de apoyo.
Cantidad: No especificada, pero probablemente pocas unidades.

Embarcaciones y Armamento Naval Realista

Cantidad de embarcaciones:
11 barcos, equipados con armas ligeras para transporte y combate naval.

Artillería naval:
Cañones ligeros (4-6) distribuidos entre las embarcaciones.

Este armamento refleja las tácticas empleadas: los patriotas se especializaban en ataques rápidos y cuerpo a cuerpo, mientras que los realistas dependían más del poder de fuego y la artillería desde sus embarcaciones. La sorpresa y la valentía de los Granaderos a Caballo fueron determinantes para superar estas diferencias de equipamiento.

* * * * * * * * *

ATENCIÓN: ESTA PÁGINA DEDICADA
AL PASO DE SAN MARTÍN POR SAN LORENZO FUE POSIBLE GRACIAS A LA MUNICIPALIDAD DE SAN LORENZO, FUNDACIÓN HÉROES DE LA PATRIA, EL INSTITUTO NACIONAL SANMARTINIANO Y LOS SIGUIENTES COLABORADORES

Colaboradores de contenido
Adriana Gaitán
Matías González
Roberto Colimodio
Julio Romay
Eduardo Mundani Osuna

Colaboradores de sitio
Germán Bonansea

* * * * * * * * *
RECOMENDAMOS VISITAR LA PÁGINA PERIÓDICAMENTE, PORQUE SE IRÁ
MEJORANDO EL CONTENIDO SUMANDO Y MEJORES DETALLES VISUALES

* * * * * * * * *